En el trabajo, a veces las cosas son más sencillas que en la vida real, suele existir una jerarquía clara, unos objetivos, un cierto protocolo, uno sabe cuándo lo está haciendo bien y cuándo mal. El trabajo para muchos es una burbuja de orden en una vida caótica, viéndolo así es normal que se intente estirar ese último minuto de jornada para con suerte convertirlo en una hora, madrugar un poquito más para entrar antes en esa tranquilidad y llevarse un pedacito de ese equilibrio a casa ya sea en forma de teléfono móvil, portátil, correo electrónico o simplemente trabajo. ¿Y todo lo que no es trabajo? Ahí la cosa se complica, la vida es sencilla… las personas son complicadas.
No me extraña que unos personajes de ficción duerman en la oficina, vivan enganchados a un teléfono móvil que nunca deja de sonar, tengan hijos criados por niñeras a cuyos cumpleaños no pueden ir y que lo dejen todo cuando les llaman sus jefes… lo que me extraña es que esas series han sido creadas y moldeadas para satisfacer una audiencia a la que le gusta precisamente eso: que esto pobres diablos, no tengan más vida que su trabajo.
Mi teoría es que una gran parte de esa audiencia no quiere pensar en sus problemas personales cuando ve estas series, no quieren pensar si están demasiado solos o demasiado acompañados, si deberían intentarlo otra vez o tirar la toalla definitivamente, si son felices o no… simplemente quieren entretenerse y tener la mente ocupada en algo que prácticamente no tiene nada que ver con sus vidas. Más o menos lo mismo que intentan los adictos al trabajo cuando apuran sus vidas en la oficina…