Hoy he encontrado un argumento científico que explica una teoría personal que he contado un montón de veces a mis amigos: los sentimientos y pensamientos opuestos se parecen muchísimo.
Es por eso que hay que temer las posturas extremas, porque en general ponen de manifiesto toda una serie de temores e inseguridades enmascarados bajo una falsa seguridad.
Opino que una de las virtudes más valiosas de un líder es la de conseguir tensar la cuerda del compromiso y la implicación al máximo, pero sin llegar a romperla. Es esa intuición innata, ese sexto sentido que llegado un momento le indican: «tengo que aflojar un poco la cuerda y dejar de apretar, antes de que se me amotinen», porque de la obediencia absoluta a la rebeldía hay sólo un paso.
Ocurre algo parecido en las relaciones, como explica la antropóloga Helen Fisher autora de «Porqué nos enamoramos» en una entrevista con Eduardo Punset:
El amor y el odio son muy parecidos. La indiferencia es su contrario. Y hacemos las dos cosas: amamos a la persona y la odiamos al mismo tiempo. Y aquello por lo que suspiramos es la indiferencia.»
Puedes ver un video de Helen en TED sobre este tema
The science of love, and the future of women (23 minutos).
Cierre este artículo con una frase que subrayaba mi apreciadísima Carmen Posadas en una de sus últimas entrevistas: «queremos a alguien a pesar de sus defectos y no por sus virtudes»… algo que a los hombres nos cuesta mucho entender y que las mujeres -con una inteligencia emocional casi siempre más desarrollada- suelen comprender de manera casi intuitiva.