Ayer me pasó una cosa muy curiosa, serían las 9 de la tarde y yo había salido a correr, como siempre llevaba el iPhone en la mano derecha con el Runkeeper conectado para controlar la distancia y la velocidad. Iba cuesta abajo, así que mis habituales y patéticos 7 minutos por kilómetro gracias a la gravedad se habían convertido en unos algo más decentes 6 minutos por kilómetro… de repente al cruzar una calle la suela de mi zapatilla derecha tropezó con un abultamiento en el asfalto, las consecuencias eran inevitables, mi cuerpo seguía avanzando por la inercia mientras que uno de mis pies se quedaba atrás… una fracción de segundo y vi mis 80 kilos volando en posición horizontal, estaba cantado me iba a dar un leñazo impresionante y yo con pantalones cortos, me iba a dejar la piel en aquella calle.
Entonces ocurrió, mágicamente mi cuerpo debió recordar algo, algo que ocurrió hace más de 20 años, a muchos kilómetros de ahí, concretamente en el gimnasio Fuji-Yama de Albacete… donde cada día antes de iniciar las clases de judo comenzábamos entrenando las series de caídas: hacia atrás, lateral hacia la izquierda, hacia la derecha… y después lo más divertido la caida hacia delante rotando el cuerpo. Según lo escribo voy recordando más cosas, recuerdo que de vez en cuando hacíamos competiciones en las que saltábamos en plancha cada vez más distancia y teníamos que caer rotando para no hacernos daño, para darle más emoción como se puede ver en la foto lo que saltábamos eran compañeros de clase.
Volviendo a mi percance, yo horizontal en el aire volando y me veo a mi mismo metiendo el hombro derecho hacia dentro y aterrizando con la curva de la espalda, después el característico manotazo de judo con el brazo izquierdo en el asfalto y el propio impulso me propulsa desde el suelo y me vuelve a poner de pie. Todo ocurre tan rápido que no llego a entender del todo lo que ha pasado, estaba cayendo y ahora vuelvo a estar de pie y sigo corriendo… mi mente me dice que debería parar , me grita ¡has sufrido un accidente!… pero pronto se da cuenta de que salvo una pequeña rozadura en la muñeca de la mano que sujetaba el teléfono, no me ha pasado nada, asi que no me detengo, sigo corriendo… incluso más rápido que antes gracias `al chute´ de adrenalina. Salvando las distancias, ésta fue mi pequeña acrobacia a cámara lenta:
Sigo corriendo y no puedo dejar de pensar en dos palabras `reflejo condicionado´ y eso que me quedé en cinturón naranja o verde, ya no lo recuerdo. Eso da igual, lo importante es que me divertía un montón en judo y que gracias a Rosa, mi profesor (el de la foto) conservo mis dientes:
Comentarios
2 respuestas a «Gracias al JUDO aun tengo dientes»
Buenos días Fernando! Soy José Manuel Rosa, de casualidad por internet he visto tu blog y me ha alegrado mucho. Me alegro que tu etapa de judoca te haya marcado la vida y decirte que estamos en el gimnasio acero en Albacete en la calle del Carmen, para cuando quieras pasar a saludar. Un saludo.
Muchas gracias por escribirme Jose Manuel, me acuerdo mucho de ti y como ves el judo me salvo los dientes. Cuando vaya a Albacete (ahora vivo en Madrid) seguro que paso a verte. Gracias