Con esto de la mudanza de Dropbox a OneDrive he tenido oportunidad de comprobar el ímprobo esfuerzo que he dedicado a mantener la memoria digital de mi familia en estos últimos años. Y es que como todo buen padre cuento con una extensísima colección de fotos y vídeos que guardo celosamente.
Y es que en toda pareja tiene que haber un reparto de tareas y una de las que me ha sido tácitamente asignada a mi ha sido velar por este tesoro digital fotovideográfico que tengo muy bien amarrado: con copia en mi ordenador de escritorio, en el portátil de mi casa y copia de respaldo en la nube.
Mi método básicamente consiste en tener el móvil conectado a OneDrive para que en el caso que me lo roben no pierda las últimas fotos y vídeos que haya tomado. Luego periódicamente vuelco su contenido en el ordenador de la oficina en una carpeta con un número correlativo y desde ahí se propaga al resto de mis dispositivos gracias a las bondades de la nube.
Lo importante son las fotos familiares, así que las fotos o vídeos que haya hecho ajenas a esa temática las meto en una carpeta distinta. El resultado son 61 GB entre fotos y vídeos en poco menos de tres años.
Cierto es que podría organizarlas con algo más de mimo, pero sinceramente creo que ese trabajo no debo hacerlo yo sino una máquina. Programas como sentenciado a muerte iPhoto con pseudo-reconocimiento facial, identificación de metadatos de localización y clasificación por eventos deberían bastar para tenerlo todo organizado. De hecho si algo nos ha enseñado Carousel de Dropbox es que con una sencilla linea temporal como criterio de navegación es más que suficiente.
Tengo tantas fotos de los últimos años que en comparación a la escasez previa al advenimiento digital… es como si antes no existiera. Es por eso que me gustaría invertir algo de dinero en al menos digitalizar todos los antiguos negativos y vídeos VHS familiares de mi infancia y adolescencia, ya que soy consciente de que esa es la única manera de salvarlos.
El problema es que durante unos años me dio `por eso de la fotografía´ y tengo un porrón de fotos `artísticas´ que no importan a nadie… rodeando las realmente relevantes que son aquellas en las que aparecemos nosotros.
Dado que no terminé siendo un fotógrafo de National Geographic si pudiera montarme en un DeLorean y volver atrás en el tiempo me diría a mi mismo «¡Pero alma de cántaro! Quieres dejar de capturar ceniceros, fuentes y elefantes en el zoo… y fotografiar a tu familia! Y por favor, a ver si sales tú en alguna foto!!!«.
Tal vez porque viví esa época y la pasé… es que me da tanta pena esa gente que va con la Canon EOS, cargado como un burro, con su teleobjetivo, fotografiando el monumento de piedra de turno… previamente inmortalizado por cuatrocientos millones de turistas que pasaron por ahí antes que ellos. Siempre que veo algo así, casi siempre se me escapa (para vergüenza de mi esposa) un… «Mira, otro pobre diablo al que le han timado con la cámara».
Y es que hay que fotografiar a las personas: a tu familia, a tus amigos, a tu gente querida… esos son los que cambian, crecen, envejecen y terminan desapareciendo.
Comentarios
4 respuestas a «Manteniendo la memoria digital familiar»
Yo también pienso lo mismo, a no ser que quieras documentar algún trabajo y sea importante el paisaje o el monumento.
Siempre resulta curioso ver en alguna foto una casa que ya no está o una calle que la han hecho más ancha con el tiempo… pero lo que más cambiamos somos los humanos 🙂
Yo estoy pensando en pasarlo casi todo a Google Drive, por 10$ al mes ahora dan espacio ilimitado y sin limitación de tamaño de cada fichero.
Yo es que estoy intentando no tener más cosas en Google…