Hoy me apetece escribir de un tema que lleva rondándome la cabeza durante meses y es que volverse invisible es muy fácil, no sé porqué el ejército americano lleva tanto tiempo invertido en conseguir esa tecnología con tan pocos progresos: para volverte invisible lo único que tienes que hacer es tener hijos.
Sí, si… esas amorosas criaturas que te cambian la vida tienen ese pequeño efecto secundario, algo que probablemente venga anotado en ese libro de instrucciones que a ninguno nos entregaron cuando nacieron.
Os voy a contar como me di cuenta de que era invisible.
Creo que fue en Septiembre del año pasado cuando quedé con unos amigos a tomar algo en una terraza, mi hijo Mateo tenía ya casi tres meses y era la primera vez que me escapaba de casa un par de horas en muuuuucho tiempo. Pese a lo agradable de la conversación con mis amigos, yo no podía dejar de fijarme en una pareja de enamorados que había en la mesa de al lado, él jugueteaba con el pelo de ella, ella le acariciaba la nuca y no dejaban de mirarse, se miraban como si no existiera un mañana, el mundo comenzaba y terminaba con ellos.
Con cierta envidia, no sé si sana o no, intenté recordar la última vez que a mi me miraron así y por mucho que lo intenté no pude recordarlo. Entre toda esa vorágine de pañales, resfriados, otitis, dalsy, apiretal que habían protagonizado mis últimos tres años… no pude recordar ninguna mirada de mi mujer como la que veía en aquellos enamorados.
Antes de ser padres mi mujer y yo sí nos mirábamos, yo hacía fotos a todos los platos que ella cocinaba, de cada uno de sus conjuntos con los que iba a la oficina, la observaba mientras leía, mientras tomaba el sol en la piscina… Por su parte a ella le gustaba verme nadar y siempre que nos hacíamos una «selfie» en el último instante antes de hacer la foto se giraba para darme un beso que quedaba inmortalizado para la posteridad.
Pronto nos fuimos a vivir juntos y bueno, no puedo decir que nada cambiara porque yo me tuve que acostumbrar a no acosarla a todas horas ahora que vivíamos bajo el mismo tejado, pero en general todo siguió igual. Después nos casamos y nada cambió. Se quedó embarazada y lo vivimos con mucha naturalidad, yo la acompañaba a todas las pruebas y visitas al ginecólogo, y fui fotografiando como su tripita de madre primeriza iba creciendo lentamente (nada que ver con la del segundo embarazo que se generó de la nada de un día para otro).
Llegó la peque y nuestra vida dio un vuelco… ahí sí que cambió todo: dejamos de ser quien éramos antes y nos convertimos en papás, mi mujer desde el primer segundo y yo a los pocos días, una vez me recuperé del sangriento espectáculo del parto (esa horita larga que para nosotros fueron más de 24).
Nos sumergimos en la paternidad por completo, cada uno haciéndolo lo mejor que podía, inmensamente felices… pero ya no nos mirábamos, todas las miradas se dirigían a la pequeña, como las miles de fotos que empezó a protagonizar y donde nosotros sólo aparecíamos para salir con ella. No lo recuerdo como un bache en nuestra relación porque estábamos completamente anestesiados por eso tan grande que estábamos viviendo, pero si recuerdo después de muchos meses la primera vez que volvimos a comer solos que como si fuéramos teenagers: ¡yo no sabía de que hablarle a mi mujer!
Por suerte conseguimos reconducir esa situación y cuando la peque empezó a comer en la guarde pudimos hacer fija nuestra cita de los viernes para comer juntos y hablar de nuestras cosas. Cometimos algunos errores como aprovechar a veces para acompañarnos de otras parejas, por eso de retomar un poco la vida social, pero pronto nos dimos cuenta de que esa era nuestra única oportunidad de hablar durante tooooda la semana y que teníamos que aprovecharla al máximo.
Ni que decir tiene que esa cita sagrada con la llegada de mi hijo Mateo quedó dinamitada, en los últimos nueve meses este blog ha sido casi el único canal de comunicación con mi mujer. Ni siquiera nos quedan ya las conversaciones a susurros en la cama mientras se dormía la niña, porque ahora los peques se meten en el sobre a distintas horas y ya no se puede hablar en el cuarto sin miedo a despertarlos. Nuestros niveles de conversación han bajado a mínimos del tipo «hay que comprar mantequilla», «¿pediste el cheque guardería?», «la niña dice que le duele la tripa… ¿hizo caca contigo?» y algunas pequeñas discusiones un poco dramáticas que sinceramente nos han ido muy bien ¡para poder hablar!
Y es que yo necesito hablar con mi mujer, es lo que más echo de menos. Creo que cuando se habla poco te empiezas a convertir en un extraño y hasta los pequeños comentarios de tu pareja te terminan irritando: es como si una compañera de piso se tomara confianzas de más contigo.
Así que mi mujer y yo nos hemos fijado septiembre como fecha tope para volver a «reconducir» nuestra relación por segunda vez. Cuando Mateo entre en la guarde y con la niña en el cole, tenemos la intención de recuperar nuestra comida de los viernes… y tal vez darnos la mano mientras que esperamos a que llegue el primer plato. Con un poco de suerte incluso nos volveremos a mirar a los ojos… y ambos sentiremos que alguien nos mira de nuevo, al menos eso espero.
Sólo tenemos que aguantar otros cinco meses más sin tirarnos de los pelos… que se dice pronto. Si nuestros hijos hubieran llegado más seguidos no sé como lo habríamos conseguido, pasar tres años con tu mujer convertida en compañera de piso es agotador, por mucho derecho a roce que haya. Sin ir más lejos yo hoy volví a meter la pata: salí para la oficina, le di un beso a mi hija, un achuchón al enano… y se me olvidó por completo darle un beso a mi mujer que estaba con los dos, ella por supuesto protestó aunque sabe que no lo hago con mala intención, estoy tan centrado en no irme de casa sin despedirme de mi hijos que a veces se me olvida mi mujer: ella también se debe sentir invisible muchas veces estando a mi lado.
Es sólo una fase, sobreviviremos.
Comentarios
21 respuestas a «El día que me volví invisible (y mi mujer también)»
Nosotros también instauramos la comida de los viernes… Y también era nuestro pequeño momento para cogernos de la mano
hablas en pasado… ¿habéis perdido ya la tradición Paula?
Fernando todo lo que os pasa es normal cuando te dedicas a ser padre con responsabilidad, además de los cientos de cosas que hay que hacer, solo que tu lo cuentas y la gran mayoría no.
Luego están también los que empiezan a desaparecer de la escena familiar, porque están ocupadíiiiiisimos, en su trabajo, y solo es un pretexto para dejar a su mujer con todo el trabajo y no aparecer por casa.
Así que sigue contándolo para que los demás no se sientan tan solos, y a ver si los rezagados se van incorporando que ya es hora!!!!
Besitos
Si, me he dado cuenta que cuando escribo de estas cosas la gente empieza a abrirse y contar las suyas… y te vas dando cuenta de que todos estamos en el mismo barco.
A ver hermanito!!! La tía Eva no es invisible !!! Déjame a mis sobris y vete con Silvia …. 5 meses es mucho tiempo
Que no te enteras hermana que Fernando no puede dejarnos a Mateo porque sigue enganchado a la teta.
Matt y Beca con Papá y Mámá Gallina… all the time!
Así no avanzamos Fernando !!! Estamos donde lo dejamos. Gema, pero es que el viene a buscar a mis hijos todo el rato !!! Y el no comparte nada :):)
Fernando, te acabo de descubrir. Qué razón tienes en todo lo que escribes. El artículo sobre la superwoman no puede ser mejor, me siento totalmente identificada. Deseando ponerme al día con todo lo que has escrito. Enhorabuena pr tu blog 🙂
Mar
Muchas gracias Mar, me hace mucha ilusión aquellos de vosotros que tras leer superwoman han leído algún otro artículo del blog. gracias
Yo soy de las que te descubrió con el artículo de la Superwoman, pero tengo que decir que me hice seguidora del blog con el artículo de los desayunos saludables. Me gusta lo que escribes. Yo tengo un niño de 10 meses y un marido informático 😛
muchas gracias Marta… Superwoman lo vieron 300.000 personas en Facebook, me tengo que volver a acostumbrar poco a poco a los número modestos habituales de mi blog 🙂
Si… es increíble como cambio todo! Y aunque esos pequeños sean la luz de nuestros días definitivamente nos hacemos invisibles como mujeres u hombres. Lo peor es cuando no se supera esa etapa y uno de los dos se dedica a encogerse de hombros porque no puede mas… ( en el fondo no lo culpo!!) Y el otro a tirar de todo como una mula. Entonces no eres solo invisible sino… un completo extraño. Aun peor. Me encanta la sinceridad y empatia con la que hablas. Acabo de suscribirme a tus escritos. Gracias otraaaa vezzz…
gracias Mar, como comento en el artículo nosotros fuimos capaces de superar esa tapa tras el primer niño y en septiembre nuestra idea es volverlo a intentarlo tras el segundo. lo tenemos hablado y yo creo que lo vamos a conseguir, precisamente por eso porque lo tenemos hablado y sabemos que es necesario hacer ese esfuerzo. tú comentario va relacionado con otro artículo que tengo pendiente de escribir. muchas gracias por comentar
Me encanta como pones palabras a lo que muchos solo sienten, siendo consciente de lo que pasa todo es mas natural y fácil.
Gracias por valorar el trabajo de las mujeres, sin menospreciar el vuestro claro!
Con hombres como tu es mas sencillo porque pienso que con sentirnos valoradas y arropadas podemos con todo.
Enhorabuena por el blog, ya me he hecho fan!
Yo también vengo de dejarte un comentario en el post de la superwoman…:) Y como te hace ilusión pues te dejo otro aquí! jajajaja…Y es que me siento taaaaaan identificada. Nosotros tenemos una peque de 13 meses y ya la cosa va un poco más encarrilada (un poco, que las cosas, para bien o para mal nunca serán como antes), pero desde luego tener hijos te pone a prueba en todos los sentidos, tanto física como mentalmente, por no hablar de tu relación de pareja…Desde luego tu relación debe ser muy sólida para soportar el terremoto de tener un hijo. Gracias a dios la nuestra lo está soportando, pero reconozco que es muy duro en ocasiones, y que hay que trabajar en ello y buscar tiempo para la pareja. Además de padres seguimos siendo personas, es bueno recordarlo de vez en cuando!
Un abrazo!:)
Hola de nuevo Elena 🙂 Si me hace muuuucha ilusión esto de los comentarios porque la verdad es que no suele recibirlos! Asi que estoy disfrutando de ellos durante el tiempo que duren.
Desde luego tener hijos en un terremoto! Con el primero, a mi me costó reconocer (o aceptar) que mi relación de pareja se estaba resintiendo en medio de tanta felicidad porque no le estábamos dedicando casi nada de tiempo. Por eso es tan importante hablar, «lo solté» y eso le sirvió a mi mujer también para darse cuenta… y conseguimos reconducirlo.
Con el segundo nos ha ido mejor porque ya sabíamos que nos iba a volver a pasar y lo estamos llevando mucho mejor
Madrermmia Fernando, acabo de conocer tu blog. Me encata, vervque las cosas que me pasan levpasan a muchos mas. Gracias por explicarlo tan bien y hacer sentirme normal. El dia a dia nos hace ir como locos. Yo tb necesitovhablar con mi marido, hace que todo vaya mejor.
gracias mar por escribirme, tu comentario se me traspapeló y no te respondí
Hola Fernando!
Te entiendo y creo que nos pasa a todos los padres.
Soy madre de dos (una de 3 y otro de 4 y medio) y esperando el tercero.
El otro día me preguntó mi hijo: ¿mamá, tú qué te pides para tu cumple? Y le contesté: TOMARME UNA CAÑA (ahora sin alcohol…) SOLA CON PAPA!
MI hijo me dijo: «No, de regalo» y yo le dije: » Es que eso es lo que quiero de regalo».
Estoy convencida de que a partir de septiembre que nazca nuestro tercer hijo la maternidad (lactancia etc) volverá a secuestrarme durante 1 año aprox pero también estoy convencida de que mientras mi mejor regalo de cumple siga siendo querer tomarme una caña con mi marido, todo irá bien!
Mucho ánimo!
Gracias por escribirme Ana y muchas suerte con tu tercer peque. A mi la verdad es que no me importaría tener más hijos pero el tiempo se me ha echado encima, empecé un poco tarde.