Mis cumpleaños siempre caían en fin de semana así que nunca me cantaban el cumpleaños feliz en clase como a los otros niños, entenderás que eso generó un trauma en mi que aun arrastro y que ha derivado en que por alguna razón no me guste ir pregonando la fecha de mi cumple a los cuatro vientos: no la pongo en Facebook ni en ninguna red social y hasta ahora era un secreto celosamente guardado que sólo compartía con mi madre e Isidoro Alvarez, que en paz descanse.
Pero esta vez procede hacer una excepción porque cumplo 40 años y no se me ocurre ningún tema mejor sobre el que escribir en el blog para continuar con la sana autodisciplina impuesta de publicar algo todos los domingos.
A esta edad he llegado casado y con todo el pelo en la cabeza… y eso es toda una sorpresa para mi.
Observando la calvicie manifiesta de mi padre alcanzada la adolescencia di por hecho que en pocos años empezaría a perder todo el pelo, algo que me preocupó mucho hasta que concebí un plan B: si me quedo calvo me raparé la cabeza, me dejaré perilla y me daré rayos uva (una especie de mezcla entre Sean Connery, Bruce Willis y Michael Jordan). Con esa alternativa ya en mente se me quitaron todas las preocupaciones y seguí adelante con mi vida esperando con calma el inevitable desenlace que nunca terminó llegando.
También es digno de mencionar que entro en los cuarenta con los mismos kilos con los que entré en la treintena, exactamente con 72 for the record… después de haber coqueteado con los 83 durante años.
Algunas no las tengo del todo claras, lo cual es un poco frustrante porque pensé que a esta edad ya llegaría con todo mejor atado mentalmente, pero otras por suerte sí, como mi escala de prioridades en la vida… y supongo que con eso claro todo lo demás irá encauzándose antes o después.